Una historia de tantas
Era un día con extrema niebla como hoy, allá por el 1.913, el joven conscripto Eduardo Ponce llega a esta isla, tan apartada del mundo y tan inaccesible.
Al momento de cruzar el puesto de guardia de la entrada un frioenetrante paso por sus huesos como un mal presagio, ni todo su optimismo ni su ímpetu juvenil, pudieron evitar esa sensación de miedo.
Pasaron los meses y esa sensación quedo en el olvido, cumplía orgullosamente sus funciones como soldado de la patria, cada tanto visitaba a las chinas, pero iba casi todos los días a charlar con el poeta Rubén Darío, que residía en la casa de un médico amigo en los alrededores de la casa de los médicos del lazareto, y estaba escribiendo su célebre poema Marcha Triunfal.
Todo esto cambió cuando en uno de los tantos barcos con inmigrantes europeos que llegaban a la isla para el control sanitario, llega Rosa, con su esposo e hijos.
Junto con esta familia llega una joven y bella mujer que lo atrae loca y apasionadamente.
Esta joven sigue su camino a Buenos Aires dejando a Eduardo Ponce solo y sin respuestas, Eduardo la busca, la espera…vuelve a sentir ese escalofrio en el cuerpo, y al poco tiempo enferma, con una enfermedad desconocida.
Rosa lo cuida como si fuera su propio hijo hasta su muerte, el 25 de abril de 1.914.
Su tumba es una de las tantas, que no se sabe por qué tiene un eje de la cruz inclinada.
Rosa fue quien se encargó de su tumba hasta el día de su muerte.
Aun hoy podemos ver su bote en la costa de esta isla tenebrosa de la que no es fácil salir.